Crisis de las fuentes de energía tradicionales
Desde el primitivo manejo controlado del fuego por el Homo Erectus hace más de 400.000 años, la historia de la humanidad ha sido una tenaz lucha entre hombres y mujeres que buscan regular y generar fuentes de energía. Desde los albores de la humanidad, los métodos de producción de recursos naturales han entrado en colisión. En el pasado, esto se ha puesto de manifiesto con el primitivo control del fuego y la propiedad de los combustibles fósiles (carbón y petróleo, por nombrar dos) y nucleares. En la actualidad, podemos entender la discusión de los recursos renovables como un tema polémico en los diálogos geopolíticos que existen hoy en día. Además del debate en torno a las energías renovables, el tema también se presenta como un área de interés para los sectores público y privado de todo el mundo.
Esto nos lleva a plantear la siguiente pregunta: ¿cuál es la realidad actual de los recursos energéticos renovables? Además, ¿cómo podemos entender la dicotomía entre métodos antiguos y nuevos de aprovechamiento de estos materiales a medida que la industria sigue evolucionando a medida que nos adentramos en el siglo XXI?
En estos momentos vivimos un periodo de transformación, ya que las sociedades, los gobiernos y las industrias empiezan a pasar del uso de recursos tradicionales como el petróleo a la implantación de materiales renovables como la energía eólica y solar en los proyectos energéticos. A pesar de los recientes grandes descubrimientos de petróleo que abarcan desde Coober Pedy (Australia), Vaca Muerta (Argentina) hasta el Golfo de México, además de los países africanos de Mozambique, Angola y Nigeria, lo cierto es que la industria del petróleo y el gas ha experimentado una serie de obstáculos en los últimos cinco años. Si bien es cierto que los ingresos generados por la industria petrolera siguen siendo muy rentables, es evidente que el sector atraviesa dificultades. Esto es notable cuando observamos el caso de la multinacional petrolera Tullow Energy, que en 2013 sufrió, más o menos, veinte agujeros secos resultantes de pozos perforados en busca de gas que no produjeron ninguno.
En relación con el tema de la energía nuclear, los desastres medioambientales de Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011 dieron lugar a una nueva conciencia social en todo el mundo. Con la difusión de imágenes gráficas, recuerdos y relatos de estas catástrofes por todo el mundo, la sociedad civil ha empezado a reflexionar más claramente sobre los riesgos y peligros potenciales de la energía nuclear. Expertos en energía como Mycle Schneider han señalado que: "podría decirse que la industria nuclear estaba con respiración asistida antes de Fukushima. Cuando se escriba la historia de esta industria, es probable que Fukushima introduzca su capítulo final". Además del argumento de Schneider, también es importante tener en cuenta que los actos de terrorismo y las catástrofes naturales, como los tsunamis, también pueden aumentar la vulnerabilidad y las carencias de la energía nuclear, ya que las centrales nucleares pueden ser objetivos fáciles para los terroristas que buscan crear daños generalizados, así como la naturaleza impredecible de las catástrofes medioambientales.
Basándome en mi experiencia profesional en el sector de la consultoría jurídica en toda Europa, Sudamérica y el Sudeste Asiático (donde actualmente ejerzo la abogacía en Bangkok), he identificado una fuerte tendencia de autoridades de la industria del petróleo y el gas que están desplazando su atención y sus inversiones hacia la promesa del sector de las energías renovables. Tras haber trabajado para geólogos, ingenieros de petróleo e ingenieros de perforación en Malasia y Singapur, he observado la atracción que sienten estos ejecutivos del sector por los proyectos de energía solar y eólica. En la creencia de que estos sectores ofrecen nuevas y apasionantes oportunidades y potencial, los inversores siguen ansiosos por explorar este mercado en expansión, predominantemente en todo el Sudeste Asiático, con énfasis en Tailandia y Filipinas.
Si bien este artículo puede llevarnos a entender que la industria del petróleo y el gas atraviesa actualmente un periodo de transición, es crucial subrayar que se tratará de una transformación lenta. Debido a los avances de la industria energética en la adopción de recursos naturales, podemos especular que Asia y América Latina se convertirán probablemente en los dos mayores mercados de energías renovables en los próximos dos años. Mientras América Latina sigue creciendo a medio plazo, también se espera que Asia continúe experimentando un rápido desarrollo económico e industrial. Como resultado de este crecimiento previsto, los expertos estiman que el consumo mundial de energía aumentará un 56% de aquí a 2040, liderado por China e India.
Aunque los dos gigantes industriales de India y China tienden a dominar el desarrollo económico previsto de Asia, también debemos recordar que el Sudeste Asiático también está experimentando uno de los mayores niveles de aumento económico de la zona. En países como Singapur, Indonesia, Filipinas, Tailandia y Vietnam, la inversión suele alcanzar los 128.000 millones de dólares, una cifra significativamente superior si se compara con los 120.000 millones que atrae China.
En cuanto a América Latina, el sector de las energías renovables sigue en auge, ya que la región genera el 7% de la electricidad mundial, de la que el 65% procede de fuentes renovables. En los últimos siete años, el potencial de generación de energía verde ha crecido un 270%. Claros ejemplos de esta "revolución verde" pueden verse con proyectos como el de energía solar de 100 millones de dólares en el desierto chileno de Atacama, la inversión de 124 millones de dólares en San Juan (Argentina) por parte del Grupo Schmid, además de las nuevas normativas sobre energías renovables y políticas afables en Costa Rica, México, Chile y Uruguay. Además de estos proyectos pioneros, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó un exhaustivo informe sobre las energías renovables en América Latina que afirma que estas fuentes bastarían para abastecer más de veintidós veces la demanda eléctrica de la región en 2050.
Aparte de los cambios evidentes hacia las energías renovables y las políticas tanto en Asia como en América Latina, es fundamental reconocer que estas economías todavía tienden a depender de los ingresos procedentes del petróleo, el gas y el carbón. No obstante, aunque la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA) prevé un crecimiento estimado del 1,9% anual, éste podría aumentar si las ocupaciones militares (como los casos de Libia e Irak) siguen arrasando países dotados de petróleo, con la posibilidad de Siria y Venezuela como posibles objetivos. Además, si tenemos en cuenta el caso de la injerencia extranjera de Arabia Saudí en los asuntos internos de Yemen en marzo de 2015, podemos plantear la hipótesis de que regiones enteras corren el riesgo de perder la estabilidad política.
Por otra parte, también cabe destacar que, al margen del ya mencionado impacto de los recursos naturales en el mercado energético, el compromiso con el medio ambiente y la concienciación sobre la contaminación que se produce en todo el mundo en desarrollo (un tema ya sensible en las principales capitales de América Latina y Asia) puede redundar en una disminución de la dependencia energética de los combustibles fósiles. Si bien es fundamental implementar un marco realista, regional y legal bajo un estricto protocolo de sanciones en torno a la emergente industria de la energía natural, los casos de incumplimiento pueden alejarnos aún más de alcanzar lo que el Plan de Acción para la Cooperación Energética de la ASEAN estableció como directrices de 2010 a 2015.
Con la globalización creando nuevas posibilidades para los mercados de energías renovadas, estos mercados también se reestructuran constantemente. Geográficamente, podemos identificarlo observando cómo se construyeron centrales fotovoltaicas en California, y más tarde en España, que en 2008 se convirtieron en un producto básico de la industria de las energías renovables. En la actualidad, el mercado de las energías renovables de China ha superado al de Alemania, mientras que ya se han materializado proyectos a gran escala en lugares del Sudeste Asiático como Lopbori, en Tailandia, o Palawan, en Filipinas. Es decir, cuando observamos la relación entre cambio geográfico y desplazamiento, vemos también una rápida evolución y reorganización de estos mercados de energías renovables.
En cuanto a la energía solar, Tailandia sigue siendo el principal beneficiario de las inversiones extranjeras en el Sudeste Asiático. El descenso del precio de los paneles solares (el coste de los módulos fotovoltaicos disminuyó un 83% entre 2000 y 2013) ha llevado a los funcionarios tailandeses a comprender mejor el impacto negativo que podría tener hacer que Tailandia dependiera en un 70% de las fuentes de gas natural importado. Además, el compromiso de Tailandia de depender en un 25% de las energías renovables para 2021 procede de un acuerdo de compra de energía de veinticinco años y un sistema de tarifas de alimentación (feed in tariffs, FiT), similar al de Malasia, Filipinas e Indonesia. Este acuerdo ofrece un precio fijo por generar electricidad y venderla a la red durante un tiempo determinado. Esto, unido al potencial de Tailandia para generar una exposición solar diaria de unos 19-20 MJ/m2-día, la convierten en un punto caliente para la energía solar tanto en el Sudeste Asiático como en el resto del mundo. Y los planes siguen adelante porque en diciembre de 2015 Tailandia tendrá más capacidad de energía solar que todo el Sudeste Asiático junto.
Si bien el cambio climático sigue siendo el mayor enemigo de los proyectos de energías renovables en América Latina y el Sudeste Asiático, la afinidad de varios miembros del MERCOSUR y la ASEAN con el petróleo y el carbón supone una amenaza equivalente. Por ello, será vital que los gobiernos de MERCOSUR y ASEAN identifiquen el enorme potencial de las energías renovables y la contribución que este sector puede hacer a sus economías locales-regionales, así como los beneficios para la calidad de vida que proporcionará a sus residentes y a las generaciones venideras. El reto sigue sobre la mesa de las dos mayores regiones emergentes del mundo.